lunes

Una espera larga, con un final desesperado…



El ave que vuela y se va no es de  uno, todo lo contrario, hay que facilitarle el espacio para que vuele más alto. Aun si sientes la necesidad de retenerla, buscará la forma de volar, simplemente se siente prisionera en su propio hábitat, siente la necesidad de explorar nuevas cosas, nuevas áreas, porque es joven y se siente libre.
 
Pero esta  ave olvido que construyó su nido con sacrifico, palo a palo, pluma a pluma, volando día por día sin descansar, tiempo invertido; era algo especial, había química entre su nido y su reposo, se sentía placentera al reposar su cabeza sobre los simientes que había construido.
 
Pero aun estando casi perfecto el nido, sentía que le faltaba algo, su conciencia no estaba tranquila porque sentía esa falta, pero no sabía que, muchas veces pensaba será el árbol que no es muy alto, o será que es muy bajo, será el tronco muy arrugado, las ramas, las raíces, y... ¿dónde están los fruto?; pasaban los días y el ave con la misma preocupación, le hablaba al árbol pero el árbol no contestaba, porque para él no era problema reposar en sus ramas aquel nido y aquella ave que con su volar bajo, y sus imperfecciones dormía bajo su regazo y protección.
 
El tiempo paso, y el ave se cansó de aquel árbol, y emprendía el vuelo en busca de otro árbol donde empezar a construir otro nido, porque sentía que aquel árbol ya no le serviría, se había cansado de esperar que aquel árbol diera sus frutos… Se olvidó de todo el trabajo, el esfuerzo, el tiempo invertido en construir aquel nido, se olvidó que los arboles tardan tiempo para dar frutos, que hay que esperar su temporada, se olvidó que no había perdido el tiempo, que había creado un nido fuerte en un árbol que ya la sentía parte de sus raíces, que respiraba con el agitar de sus alas cuando le sentía llegar, que sus ramas ya estaban fortalecidas para aguantar su peso, y que a la vuelta de la esquina estaba la temporada de sus frutos.
 
RCG.-

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